Luego de un calor sofocante sobre nuestra Ciudad comenzó la lluvia, en pocos minutos el olor a tierra mojada y el canto de los pajaritos le dio un encanto especial, detuve mi mirada sobre uno de los rosales que tenemos plantados, en el ingreso a casa y cada gota que se posaba sobre sus hojas parecía hacerlo renacer, pensar que toda esta preciosa naturaleza es obra de Dios y que los humanos, sus hijos, podemos disfrutarlas gratuitamente; así como la naturaleza se renueva con la lluvia cada uno de nosotros necesitamos una lluvia de bendiciones, recuerda la promesa del Padre Celestial- Haré caer lluvias de bendición en el tiempo oportuno.» —Ezequiel 34:26, NVI
Estimados lectores, por pedido de una de nuestras lectoras estamos orando para
que un padre vuelva a comunicarse con sus hijos; Dios lo sabe, amen
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